miércoles, 6 de febrero de 2008

Recientemente un amigo, tuvo a bien, darme la siguiete reflexion, acerca de las sutilezas de nuestra profesion, asi que bueno, pues aqui la comparativa.

Programadores=putas.


1. Los programadores trabajamos en horas extrañas y la mayoría de veces por las noches, como las putas.
2. El cliente suele pagar mucho, pero casi todo el dinero se lo queda tu jefe, como las putas.
3. Te pagan el viaje, lo que consumas y el hotel, como a las putas.
4. Cobras por horas, pero trabajas hasta que terminas, como las putas.
5. En el fondo te pagan por satisfacer lo que los clientes desean o se imagina, como las putas.
6. Cuando tus hijos te preguntan en que trabajas, nunca puedes explicarlo claramente, como las putas.
7. Tus amigos de siempre (si es que los tenías antes) se terminan distanciando y solo puedes juntarte con gente como tú, como las putas.
8. Cuando vas a hacer un servicio a un cliente llegas espléndido, pero te largas hecho polvo y destrozado, como las putas.
9. El cliente siempre paga la opción más económica, pero luego siempre intenta colarte un servicio más completo por el mismo precio, como a las putas.
10. Cada día, cuando te levantas piensas: “No voy a hacer esto el resto de mi vida”, como las putas.
11. Si las cosas salen mal, siempre es culpa tuya, como las putas.
12. Tienes que hacer trabajitos gratis a tus jefes, amigos y familiares, como las putas.

Al fin y al cabo, somos las putas de las teclas.

jueves, 17 de enero de 2008

Me importa un pito...

Bueno, una de las facetas algo escondidas de mi vida, es la lectura de algunos textos digamos, de corte poético, particularmente el siguiente poema no es mio (creanme nunca publicaría uno de mi autoría) pero bueno, el conocimiento de el siguiente texto surgió después de una charla con una amiga de mi facultad, y me hizo reflexionar sobre lo que uno busca cuando quiere tener una relación y rollos de esos sobre los cuales no ondearé, pero si se los dejo por aca, a manera de una reflexion.
El autor es un escritor argentino de nombre Oliverio Girondo, nacido en Buenos Aires en 1891 y muerto en la misma ciudad en el año de 1967, leanlo disfrutenlo, pero sobre todo entiendanlo!!!!

NO SE ME IMPORTA UN PITO...

No se me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel de lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capaz de sorportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono,
bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase,
tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo
y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando,
de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
"¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos,
ya me abrazaba con sus piernas de pluma,
para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia
que nos aproximaba al paraíso;
durante horas enteras nos anidábamos en una nube,
como dos ángeles, y de repente,
en tirabuzón, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...,
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...
la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿Verdad que no hay diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer
que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender
la seducción de una mujer pedestre,
y por más empeño que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando.